Tiendo a sobrerreaccionar. A no contener mis sentimientos cuando algo se me escapa de las manos. Debe ser eso que llaman naturaleza humana. Sufro por nimiedades sin sentido, que, para mí, claro, no lo son. Trato de contenerme todo lo que puedo. Trato de mantener el equilibrio para que los que me rodean también lo hagan. A veces me creo fuerte. Me creo. Luego compruebo que no lo soy tanto. Más tarde vuelvo a confiar en mí mismo y así paso los días. Leo entonces las verdaderas tragedias que ocurren en el mundo, me detengo a comprender los trances por los que pasa la gente que quiero y compruebo que lo mío, en realidad, no es más que una tontería. Mi tontería. Esa que consigue sacarme de mis casillas durante varias horas, pero una tontería al fin y al cabo. No acaba aquí el mundo. No desde luego por estos flecos. Ojalá tener esa capacidad de desconexión que tanto admiro. Ojalá poder desenchufarme unos segundos y volver a la realidad como si nada hubiese pasado. Androidismo recurrente. Muchos, los que pasen por aquí, no entenderán a qué me estoy refiriendo. No pasa nada. No es mi intención. Aprovechen el domingo por la tarde. Las horas más tristes de la semana. Eso dicen. Eso.