Hubo un momento en que las estrellas eran interesantes. Se preocupaban poco por el qué dirán, se dejaban llevar por su pasión más interior, esa que late en la entrepierna, y sorprendían. Sí, sorprendían. Uno podía esperar cualquiera cosa y siempre conseguían que se quedase corto. Maravillas hechas persona que alegraban la triste existencia de seres humanos corrientes como ustedes, como yo, como casi cualquiera. Ay, la nostalgia, que mala compañera esa… Las ventajas de apellidarse Confuso es que puedes criticar este auge onanístico de monografías dedicadas a rememorar un pasado que no tiene más de veinte años y, a la vez, recrearte contemplando los tesoros perdidos del mundo del espectáculo más auténtico. A otro le tildarían de incongruente, pero, ¿qué se le va a exigir a un hombre llamado confuso? Nada. ¿Ven? Al final elegí un pseudónimo de lo más útil.
Buceando en mi inmensa carpeta de imágenes, esa que guardo con recelo y que alguna que otra vez he perdido entre lágrimas, me he topado con una de mis fotografías favoritas de la historia. La providencia, que me ha llevado a ella. Es, claro, Brigitte Nielsen, uno de esos casos en los que el destino ha querido que la sociedad, esa masa inerte, la conozca como ‘la ex de Sylvester Stallone’, cuando la realidad es muy distinta. Entenderán, claro, que algo hemos hecho muy mal cuando protagonistas del nivel de Jerry Hall acaban siendo rebautizadas como mero complemento del que fue su marido. ¿Acaso no tienen vida? ¿Acaso son y fueron relevantes? Nos hemos acostumbrado a masticar tanto la información, destrozarla y regurgitarla para que los pobres lectores sepan de qué estamos hablando al primer golpe de vista. El paternalismo llevado a los extremos. El mal endémico que sufrimos cada día.
Brigitte Nielsen lo tuvo todo al alcance de la mano y lo dejó escapar. Conoció la trastienda de Hollywood, se postuló como heroína de acción, posó para Playboy, consiguió que los hombres más influyentes del momento se rindieran a su impresionante altura, se hizo cantante y se lanzó en plancha a las pistas de baile -con hit incluido y poco reivindicado-, impuso su dura y fuerte imagen y creó tendencia con su peinado platino, se casó cuatro veces, como las grandes, y, sí, cayó en desgracia, víctima de los excesos. Del éxito pasó a los realities, por todo el mundo, sin ton ni son, a las clínicas de rehabilitación y a la cirugía estética desenfrenada. Todos los ingredientes para protagonizar el mejor biopic salido de la mente del mejor guionista. Pero, claro, eso solo ocurre si no eres ‘la ex de Sylvester Stallone’…
Yo, por lo pronto, le dedico mis plegarias nocturnas y me apiado a su redención. Cada uno interpreta la religión como quiere y en la mía, más que Dios, está Brigitte Nielsen. ¡Bendita tú eres, Gitta, entre todas las mujeres!