A veces resulta muy difícil reaccionar cuando los amigos deciden «hacer algo». Me refiero a esas ocasiones en que un conocido, con más o menos intimidad, les comunica que ha escrito un libro, ha dirigido un corto, ha pintado un cuadro o tiene preparada una exposición. Entonces, ustedes saben que, irremediablemente, van a tener que enfrentarse al momento crítico: la valoración de la obra. Con suerte, les gustará y no tendrán que fingir. Pero eso no suele ser lo normal. Puede que tengan cariño por su amigo -de hecho, así debería ser-, sepan cómo es su mundo y estén ya mentalizados para lo que van a ver. En ese caso, les llegará a gustar y podrán responder a su mirada inquisidora con tres o cuatro frases amistosas que les solventarán la papeleta. El problema es cuando no les gusta nada. ¿Qué hace uno en esas ocasiones? ¿Le aprieta los pechos como Phoebe a Joey en Friends? ¿Y si uno no tiene pechos? ¿Debe ser sincero y decir la verdad o más vale mentir piadosamente?
Este, desde luego, no es mi caso con la obra de José Antonio Roda. Primero, porque antes conocí lo que hacía que le conocí a él. Segundo, porque todo lo que sale de sus manos me parece una preciosidad. Y tercero, porque cuando así se lo hice saber, me encontré con que él era fan de este blog desde el principio, hace ya unos largos 8 años. Saber que alguien a quien admiras también le gusta tu trabajo es muy gratificante -en el caso de considerar este blog como un trabajo, que no es así, pues ni se gana dinero ni hay que madrugar para actualizarlo-. José Antonio, aunque acaba de cumplir 27 años, tiene un universo personal y unos referentes nada propios para alguien de su edad y eso le hace todavía más interesante. ¿Cómo no adorar a alguien que tan pronto pinta a Martirio como hace una ilustración de Truman Capote? María Jimenez y Beyoncé, Dalida y Alaska, Mina y Bette Davis. Todas grandes divas que forman parte, actualmente, de su exposición «Mujeres» que puede verse en Barcelona, en la galería Wa’kü. ¿Que ustedes no están en Barcelona? Pues acudan a su tienda virtual o a su página web. Las ventajas de la vida moderna.
Y mientras ustedes descubren la obra de un joven y dedicado ilustrador, yo me quedo escuchando a los El último vecino, una de mis últimas obsesiones, con la menor ropa posible, que empieza a hacer un calor…