Hay días que empiezan como si nada y, de repente, se convierten en algo que no esperabas. Algo que, en realidad, estaba ahí, pero que la rutina y los problemas diarios van sepultando debajo de demasiada información. Un día, sin darte cuenta, todo sale a la luz y es entonces cuando, en cuestión de minutos, una multitud de sentimientos se intercalan unos con los otros. Sientes miedo, tristeza, lloras, descargas una presión que se había ido acumulando sin que te dieras cuenta y, al final, terminas sintiéndote mejor. Hay veces que cuesta verbalizar las cosas, que resulta más sencillo dejarlo pasar y tratar de vivir, que ya es bastante trabajo en si mismo. Pero un día ocurre. Y seguramente haga sol, y calor, y se trate de una bofetada veraniega en medio del otoño, pero eso es lo de menos. El tiempo no entiende de oportunidades. Porque se trata de eso, de oportunidades que hay que coger, cosas que hay que cambiar y hierros a los que hay que aferrarse, no porque quemen, sino porque se quiere. Siempre he sido miedoso ante el desorden y ya va siendo hora de que lo cambie. Y, sobre todo, va siendo hora de que me ayudes a hacerlo.
Me ha encantado la entrada y me ha encantado leerla hoy. Gracias por la bofetada.