Verushka, en un día gris y lluvioso como hoy, aprovecharía para organizar una sesión de pintura. Con un vestido corto de color marrón, anudado al cuello y sin mangas, acompañado de un enorme cinturón metálico, brazaletes a juego y un espectacular cardado terminado en tirabuzones, acudiría a casa de uno de sus múltiples amigos artistas. Posaría tumbada en la terraza durante horas, sin mover un músculo, ni desatender un rizo, mientras su amigo creaba una obra única, un retrato fantástico al oleo con motivos geométrico-florales. Luego aprovecharía para inmortalizar el momento con los utensilios utilizados y la obra resultante. Firmaría el cuadro por detrás, se despediría de su amigo y volvería a casa, justo a tiempo de echarse un rato antes de comer. Eso es lo que haría Verushka.