La habitación, bien iluminada por el sol que entraba por la terraza, estaba presidida por una enorme cama donde un fornido muchacho rubio, con unos bíceps contundentes, penetraba suavemente a Julián que, pese a la postura, pude observar que no había cambiado nada. Seguía siendo extremadamente delgado, seguía llevando el pelo largo y se había dejado crecer un fino bigote. El muchacho rubio resoplaba mientras empujaba rítmicamente las caderas hacía el culo de Julián, que gemía de una forma bastante sensual. Parecía que ninguno de los dos se había percatado de mi presencia, así que aproveché para mirar un poco… Día 4 en Love Hurts: un tremendo calor empezó a recorrer mi entrepierna.