Lentamente se acercó hacia el cuadro. Nunca había visto nada parecido, ni siquiera había leído sobre ello, aunque claro, distaba demasiado de ser un experto por mucho que, a veces, hubiera presumido de ello. Notaba los ojos del artista clavados en su nuca, las gotas de sudor recorriendo las palmas de las manos y un ligero temblor de piernas. Su mente trataba de construir el discurso de siempre, una mezcla de afecto, adulación y desengaño, suficiente para salir del paso incluso en las situaciones más complejas, pero por algún extraño motivo, le resultaba imposible. No podía apartar los ojos de aquella oscura pintura, de formas retorcidas y texturas viscosas, podía jurar que hasta desprendía un olor nauseabundo. Sin saber muy bien cómo, se descubrió levantando la mano derecha y acercándola al cuadro. “No debería tocar la obra, no debería”, pero era demasiado tarde…
“La materialización de la fealdad” es mi contribución a Creep, el nuevo número de Doze Magazine. A un solo click de distancia.
Me en-can-ta.