Lo sé. Estaban preocupados y no es para menos. Desde antes de la supuesta llegada del fin del mundo, no había vuelto a actualizar y me consta que muchos se habían estado preguntando si todo este revuelo, en realidad, no significaba la desaparición del universo sino del mundo confuso tal y como lo conocíamos. Pero dejen de sufrir que no ha pasado nada, bueno, nada más allá de lo esperado. La Navidad se ha manifestado entre turrones, espumillón y anuncios lastimeros que tratan de camuflar auténticas aberraciones como cosas dignas de orgullo y aplauso. Pónganse los guantes, la bufanda y un buen gorro y no se dejen llevar por la marea de la lágrima fácil y el regalo de oídos, deténganse un momento y piensen de lo que están hablando, visualicen las mismas frases dichas por los causantes del problema y verán que no les suenan tan diferentes. Y que esto no quede como un golpe de agua fría, un ataque del Grinch confuso, no, no, nadie está más harto de derrotismo que servidor, pero de ahí a emocionarse ante quien trata de lucrarse apelando al sentimentalismo hay un paso. Y si la cuestión es buscar las necesidades humanas más básicas para vender, prefiero que me seduzcan con David Gandy en ropa interior, la verdad. Ay, David Gandy…