No lo puedo evitar, cualquier cosa que haga Lana del Rey me gusta. Sí, cualquier cosa. Podría entregarse en cuerpo y alma a los ritmos latinos y no me importaría, podría prestar su imagen a una campaña de Desigual y robaría los carteles para tenerlos en casa, podría incluso encargarse del descanso de la Super Bowl, no acudir y mandar en su lugar a un maniquí con peluca y, aún así, dejaría mi vida en sus manos. Y puedo asegurar que, viendo lo que ha hecho con The Paradise Edition, mi vida nunca estaría mejor dirigida, ni con una manicura mejor hecha. ¿Es el momento de acudir al cirujano con una foto de sus labios? Voy a empezar a recolectar céntimos, solo por si acaso.