Los fashiónpedists, adalides del buen gusto y del dandismo, me han invitado a pasar unos días en su casita de la piscina, con bien de dorados, bien de cortinajes y bien de mullidos almohadones. Yo, a cambio, he decidido contarles una historia, una mística experiencia que me ocurrió hará unos veintidós meses, semana arriba, semana abajo, cuando de repente caí en un profundo sueño…