He decidido que voy a unirme a la revolución, aunque desde luego, lo haré a mi manera. Me agota sentirme parte de una masa, asumir consignas, o incluso inventarlas, actuar a golpe de convocatoria, de órdenes preestablecidas, dirigir mis esfuerzos hacia un objetivo común, siguiendo el camino marcado por líderes comunes, claro. Me empieza a cansar esa sensación que aflora paulatinamente, del estás con nosotros o contra nosotros, de la necesidad de seguir un patrón sin posibilidad de desvío, pues en ese caso, estás contra nosotros, claro. Me asusta que todas las predicciones que me comentó mi echadora de cartas particular, malhumarada y de confianza, terminen convirtiéndose en realidad. Aún así, y sabiendo que estas reflexiones acabarán siendo tomadas por excusas, yo pienso seguir mi propio ritmo. En pie de guerra, sí, pero al estilo confuso.
Pues dí que sí.
Hombre, pues pásame el teléfono de tu echadora de cartas que la mía se fue de crucero y no ha vuelto. Es más dificil encontrar todavía que una buena criada negra y gorda que hable con acento cubano.