Querida Silvia, el otro día me encontré con el vecino del tercero en el ascensor. Nos dijimos hola mutuamente, me hice el interesante preguntándole «al tercero, ¿verdad?», él me dijo que sí y sonrió. Miró su teléfono y yo miré fíjamente al techo, hasta que entonces me dijo «hace muchísimo calor estos días, ¿verdad? Casi no se puede ni salir de casa», yo sonreí y le dije «sí, sí, por las noches no se puede casi ni dormir, todo el día delante del ventilador», y él me respondió «yo no tengo aire acondicionado así que me paso medio día en la ducha y el otro medio desnudo por casa». Ahí empecé a sudar mucho y me puse rojo, no sabía que decirle, sólo podía imaginarle desnudo, tenía mucho calor y ya habíamos pasado el segundo piso. Sin darme cuenta llegamos al tercero y cuando él iba ya a despedirse, le dije «Con ese pecho tan peludo y fuerte debes sudar mucho…». Él me miró, se rió y se fue. ¿Qué haré ahora? ¿Cree que tendré que mudarme de piso? ¿Qué debo hacer? Atentamente, un Leo bajo la influencia.
Querido Leo, no debe usted angustiarse, los malentendidos son un clásico en este consultorio y más cuando se producen en un espacio estrecho y algo caluroso. Ante todo, relájese y escuche lo que le voy a decir. Sospecho que se siente usted atraído por su vecino y no es de estrañar si, de verdad, posee este pecho tan fuerte e hirsuto, es algo propio de la naturaleza humana. Piense que ese corto trayecto en ascensor ha sido tiempo más que suficiente para que sus feromonas cumplan su misión y penetren por cada poro de su piel. El calor y la proximidad física han sido los detonantes, la gota que ha colmado el vaso si lo prefiere, que le han empujado a reaccionar de esa forma. Pero una vez más, no se preocupe, usted se ha dejado llevar por la sinceridad y será recompensando -no olvide que a él le pareció divertido su comentario-. La próxima vez que se encuentren en el ascensor le aconsejo que saque la artillería pesada. Yo le recomiendo que, una vez cerradas las puertas, sin mediar palabra le abra la camisa, arrancando los botones si hace falta, y empiece a mordisquearle lentamente un pezón. En ese momento verá resueltas todas sus dudas. ¡Mucha suerte estimado Leo!
Tú y tu afición ál pechamen peludo ya me están contagiando, muy acertado el consejo de la tocaya, animese!
A partir de este momento, sólo hablaré con Silvia.