Me niego a dejarme influenciar, a sucumbir al poder del lenguaje. Empiezo a estar aburrido de vivir en un reinado del terror permanente, donde tanto lo que ocurre como lo que ha ocurrido o lo que podría llegar a ocurrir en un hipotético futuro, debe desencadenar necesariamente una alarma social, jaleada y engrosada desde decenas de portadas y millones de twitters. Me agota vivir siempre con la maleta a medio hacer, con las latas de conserva escondidas en la despensa, esperando a que suenen las sirenas de un momento a otro. Estoy cansado de la crispación generalizada, de la obligación imperiosa de iniciar cada conversación con un lamento, de las quejas de salón y las pancartas ingeniosas. Pero, sobre todo, estoy harto de sentirme condicionado por el miedo, de que el bombardeo informativo temendista acabe motivando hasta una entrada en este blog… Y por ahí sí que no paso, ¡no en el mundo confuso!
Querido lectores, ¡empieza la lucha contra el negativismo derrotista!
Me apunto a la revolución!