Clarissa se quitó el maquillaje, luego, la ropa y se inclinó sobre la figura dormida de su amante. Olvidó por completo al joven actor del estudio con quien se había acostado esa mañana, una simple cuestión de negocios. En cambio, Jack Python era un placer. Un puro y exquisito placer…
Se estremeció, anticipando lo que sucedería. En la cama, Jack era un maestro. Tenía la poca habitual virtud de conocer todas sus necesidades, además de un impresionante poder para mantener la erección.
– No es más que una treta -le explicó Jack un día cuando ella le preguntó cómo lo lograba.
– Cuéntame cómo lo consigues.
– Es una cuestión de control mental -contestó él sonriente.
Maridos de Hollywood por Jackie Collins