Despertar una mañana convertido en un actor de los años setenta. Cubrir mi hirsuto torso con una camisa de estampado pequeño, tomar un largo café aguado, doblar en cuatro el periódico y salir a dar un paseo con el descapotable. Creerse Steve Martin y presumir constantemente de sonrisa pícara, aparcar en la playa y correr descalzo por la arena. Sonreir a la muchachas que descansan al sol y también a algún que otro muchacho. Rescatar las Rayban del bolsillo y acomodarse en una tranquila terraza. Encender un cigarrillo lentamente, darle dos profundas caladas y pensar que no hay época más feliz que los setenta…