«Me desperté y él no estaba. Había una nota en la mesa. «No podía dormir -decía-. Espérame». Me levanté, y estaba escribiendo una carta a mi hermana cuando él entró en la habitación agitadísimo. Dijo que tenía que enseñarme una cosa. Me vestí a toda prisa y lo seguí a nuestro espacio. Subimos la escalera corriendo.
Al entrar, eché un rápido vistazo. La habitación parecía vibrar con su energía. Vi espejos, bombillas y cadenas sobre una tela encerada de color negro. Robert había comenzado una nueva obra, pero me señaló otra apoyada en la pared de los collares. Había dejado de montar lienzos cuando perdió el interés por la pintura, pero conservaba uno de los bastidores. Lo había forrado con fotografías de sus revistas para hombres. Los rostros y los torsos de jóvenes envolvían el marco. Estaba casi temblando.
– Es bueno, ¿verdad?.
– Sí -dije-. Una genialidad.»
Patti Smith, «Eramos unos niños».
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