Él avanzaba a paso firme. Su olor me dejó petrificado. Noté que me hacía cada vez más pequeño, minúsculo al ojo humano. Pensé en todas aquellas escenas de amor, en mis planes y mi futuro, en el comportamiento racional y los números primeros, pero en mi mente sólo estaba él. En un esfuerzo titánico, levanté la cabeza, esperando su llegada y aquella boca escondida entre una espesa barba. Cerré los puños, aguanté la respiración y abrí los ojos. Él pasaba por delante de mi, viril e indiferente. Me miró despreocupado y siguió andando. Mi corazón estalló en mil pedazos. ¿No se suponía que el amor acababa con el sufrimiento?.
Yo era un adolescente cuando todo empezó a dar vueltas…