Siempre había querido ser pequeña, encoger a voluntad hasta casi desaparecer. Ver las cosas desde unos ojos diminutos, ir a merendar encerrada en tu bolsillo, surcar la bañera en un dedal, conversar con los pececillos de plata. Creer que la ciudad es una aventura, que las brisas son tornados y los portazos cataclismos. Dormir acomodada en una cama de pelusas, robarle comida a un periquito despistado, saber que el cielo se encuentra encima de la nevera. Vivir en soledad, escapar de los gigantes, pensar que siendo pequeña no todo es tan perfecto, que la felicidad mide más de doce milímetros.
yo siempre he sido un gran fan de lo pequeño que se hace grande al contarlo
🙂
qué bonito. la épica de lo diminuto, ayy..