Todo ocurre como cualquier noche. Dormitando en el sofá me traslado a la cama. Intento terminar Reflejos en un ojo dorado, me quedan diez páginas pero tengo tanto sueño que no hay forma. Las letras bailan, leo la misma frase una y otra vez, ya casi no recuerdo qué ha pasado con Alison. Me rindo y apago la luz, no sin antes comprobar el despertador, no sea que me esté engañando. Me gusta saber siempre qué hora es. Tal vez con el tiempo termine siendo una obsesión patológica, pero de momento es una manía.
Cierro los ojos, baja la temperatura, en un segundo, todo es paz. Ruidos de la noche, algun portazo lejano, perros ladrando, miserias vecinales, la rutina de costumbre. Unos pasos me despistan, noto como el pulso se acelera, así no podré dormir. Por sorpresa, el pomo de la puerta empieza a girar. Fotogramas de una vida que extrañamente no es la mia empiezan a pasar por delante de mis ojos. Todo va a terminar. Precisamente hoy. Precisamente un miércoles.
Una decena de figuras blancas entran en la habitación. Todo se llena de lacias melenas rubias, camisones transparentes y voluptuosas curvas. Empiezo a pensar que estoy soñando, pero aún así, me dejo llevar. Las siniestras mujeres me rozan las piernas, susurran entre ellas, intercambian pequeñas sonrisas. Me gustaría moverme, salir corriendo, pero no tiene ningún sentido. Ellas son muchas y yo no soy resolutivo en los momentos de estrés.
Cada vez se acercan más al cabezal de la cama. No me dirigen la mirada pero saben que estoy aquí. Me ahogo entre turgentes pechos. Diez bocas dejan ver unos afilados colmillos. Lo sabía, vampiras, novias de Drácula, un portal hacia la inmortalidad que, visto desde cerca, no está tan mal. Pero, ¿y ahora qué?.