Corrían desesperados, a lo Bonnie & Clyde, sin preocuparse por mirar atrás, ya suponían que la policía les pisaba los talones, no necesitaban comprobarlo. Siempre habían deseado ser ladrones de arte. Asaltar museos, burlar complejas medidas de seguridad, volar sobre rayos invisibles, diseñar planes de huida, conservar su botín en secretos escondites y dejar fluir la adrenalina de forma descontrolada. Terminaban tan exhaustos y ardientes que nunca conseguían llegar a casa. Callejones ocultos, portales sombríos, carreteras perdidas, cualquier momento de privacidad era suficiente para dejar volar su lujuria. Follaban violentamente, la policía les perseguía, no tenían tiempo para remilgos. Una explosión de adrenalina que culminaba una noche de alto voltaje.