Veo el arte del culturismo muy perdido. Atrás quedaron los años dorados cuando maravillosos efebos posaban con insinuantes actitudes, escondiendo tripa y luciendo músculo. Sesiones completas con minúsculos tangas que siempre terminaban desapareciendo, compañerismo masculino con afan deportivo y oscuras intenciones, naturalidad embadurnada de aceite. Desde luego, no podríamos entender el porno sin estos «pudorosos» precedentes.
Si Bob Mizer levantara la cabeza, ¿qué pensaría del erotismo actual?.